jueves, 10 de julio de 2025

Mi mente necesita vacaciones

 Se acercan las vacaciones… y el cuerpo lo sabe.

El cansancio se acumula, el ánimo flojea, y a veces cuesta sostener el ritmo con alegría. Me descubro más sensible, más crítica, más desencantada. Empiezo las vacaciones con una mezcla de desánimo y deseo de escapar. De mirar en otra dirección para recargar, para reencontrar sentido.


Veo a mi alrededor una cultura del mínimo esfuerzo, una tendencia a “cumplir y pasar página”, a sobrevivir sin entusiasmo ni implicación. Y me pregunto:

¿Es que el mundo está cambiando, o es que yo me estoy haciendo mayor… y más exigente?


A veces me asomo a ese pensamiento incómodo: ¿seré yo la rara por querer  creer que aún se puede vivir con profundidad, con compromiso, con cuidado?


Y entonces me topo con esta frase de San Agustín, que me ha sacudido por dentro:

“Decís que los tiempos son malos. Sed vosotros mejores, y los tiempos serán mejores: vosotros sois el tiempo.”


Qué potente. Qué claro. Qué necesario.


No quiero instalarme en el pesimismo, ni refugiarme en una burbuja que me desconecte del mundo, no quiero quedarme atrapada en la queja, en esa niebla que paraliza y desgasta.


Quiero volver a lo que sí puedo hacer.

Volver al centro.

A lo que sí puedo ser.

Porque el tiempo vuela, y aún queda tanto por construir… y por habitar con consciencia.


Tengo un presente lleno de posibilidades.

Un presente que me llama a seguir creciendo, a elegir con qué mirada quiero vivir.

No todo está en mis manos, pero mi actitud sí lo está. Mi presencia. Mi forma de estar en el mundo.


Y desde ahí, desde esa raíz, nace una esperanza. No ingenua, no “happyflower”, sino comprometida.


Que este verano me encuentre ahí:

En el equilibrio entre el descanso y la intención.

En la pausa que no huye, sino que respira.

En el silencio que escucha lo que aún puedo llegar a ser.


Alma Arconada


jueves, 1 de mayo de 2025

Despertar consciente: un viaje hacia dentro

Estoy despertando.

Despertando a otra manera de estar en el mundo, más presente, más mía.


Estoy entrando en más momentos de consciencia, tomando distancia para observar… y para observarme: desde dentro, desde lejos, desde el silencio.


Estoy practicando callar, respirar lento, dejar espacio. Estoy aprendiendo que el silencio no es vacío, sino refugio. Que la respiración es puente y ancla.


Medito. Y en ese gesto sencillo y profundo, me estoy escuchando. Me estoy conociendo. Me estoy eligiendo.


La meditación me está enseñando a priorizarme sin culpa, a sentirme sin juicio, a mirar al otro y al mundo con una mirada nueva, más suave, más abierta, más real.


Empiezo a preguntarme con honestidad, antes de decir “sí” a algo o alguien:

¿Dónde quiero estar?

¿Realmente quiero hacer esto?

¿Qué puedo aportar, desde lo que soy?


Y en ese espacio entre el impulso y la respuesta, estoy encontrando libertad.


Estoy integrando que la amabilidad no excluye la firmeza. Que ser clara no me hace menos empática.


Estoy comprendiendo que los límites no son muros, sino puertas que se abren desde el respeto: los míos y los ajenos.


Estoy aprendiendo a escuchar. A escucharme. A escuchar al otro sin querer corregir, sin interrumpir, sin tener todas las respuestas. Escuchar con el corazón abierto, con presencia, con amabilidad.


Y así, poquito a poco, estoy aprendiendo a estar.

No a correr, no a rendir, no a cumplir.

Sino a estar.

Cada vez más.

Cada vez mejor.


En este camino de consciencia no hay metas que alcanzar, solo pasos que se dan.

No se trata de hacerlo perfecto. 

Algunos días avanzo. Otros caigo, meto la pata y lo hago fatal. Y otros, simplemente,  respiro. 

Pero en todos ellos, me acompaño.

Y eso, para mí, ya es despertar.

Alma Arconada 

domingo, 9 de febrero de 2025

Cuando la enfermedad nos visita


Cuando la enfermedad grave irrumpe en la vida de manera inesperada, trastoca rutinas, proyectos y nuestra percepción del mundo.


Hoy quiero compartir mis torpes pasos de aprendiz como alguien que acompaña a otra persona en su enfermedad. 



Cada persona vive la enfermedad de manera única; no hay dos experiencias iguales, ni dos formas idénticas de enfrentarlas. Sin embargo, en la diversidad de vivencias, hay algo constante: el poder sanador del amor, el apoyo y la cercanía de quienes están a nuestro lado.


Sabemos que los vínculos son un pilar fundamental, pero la verdadera diferencia está en cómo los cultivamos. El cómo marca la diferencia.


Cada vez estoy más convencida de que acompañar en estos momentos implica aceptar, comprender y caminar al ritmo de quien sufre, respetando su proceso y sus decisiones. Aunque esto suena sencillo, en la práctica no lo es.


Otro aspecto crucial son las palabras que empleamos. Con frecuencia escucho frases que, aunque bien intencionadas, resultan discordantes: “No te dejes vencer, tienes que luchar”, “Venga, ánimo, vas a ganar esta batalla” o “Tienes que ser positiva para curarte”. La enfermedad no es una guerra, ni el cuerpo un campo de batalla. Nadie elige enfermar, y el valor de una persona no puede medirse por su capacidad para “luchar” o “ganar”. Cuando el cuerpo y el alma no responden, ser positivo es un desafío inmenso.


¿Por qué no sustituir esas metáforas bélicas por un lenguaje más amable y compasivo? Frases como “Estoy aquí para ti”, “¿Qué necesitas?”, “Te escucho” o incluso “No sé qué decir para animarte” son más reales. Desde esa sencillez, podemos acompañar con amor, sin juzgar ni dirigir el camino del otro. También mostramos nuestra vulnerabilidad, aceptando que no siempre tenemos respuestas o soluciones.


Al final, lo que más alivia es la calidez de un abrazo, una mirada que comprende sin palabras y la certeza de que, pase lo que pase, la persona no estará sola. A veces, el mayor acto de amor es simplemente estar, escuchar y respetar.


La paradoja es que no existe una receta universal para acompañar. Lo esencial es estar atentos, ser flexibles y responder con respeto, sin expectativas preconcebidas. Se trata de observar el momento que vive la persona enferma y adaptarse a sus necesidades físicas y emocionales, que pueden variar día a día.


Tal vez hoy necesite salir a dar un paseo, sentir el sol en su piel y conectar con la vida que sigue latiendo. Mañana, quizá no tenga fuerzas y prefiera quedarse en casa. Entonces, un masaje puede aliviar su cuerpo y ofrecer algo de consuelo. Habrá momentos en los que una conversación, un toque de humor o una distracción sean bienvenidos. En otros, surgirán necesidades más profundas: hablar sobre la enfermedad, expresar miedos, o simplemente guardar silencio porque no hay energía para más.


Esto me lleva a una idea clave: la aceptación, que no debe confundirse con la resignación. Aceptar significa abrazar la realidad tal como es. Es permitirnos estar presentes con lo que hay, sin huir ni resistirnos. No implica renunciar a buscar alivio o mejoras, sino enfrentar la situación con serenidad, conscientes de que cada momento tiene su propio ritmo y enseñanza.


Cuidar y acompañar a alguien en su enfermedad nos confronta con nuestra propia vulnerabilidad, pero también nos abre las puertas a una conexión más profunda con la vida y con los demás. Es un recordatorio constante de que, más allá de las palabras o las acciones, lo que verdaderamente importa es estar.


Estar con el corazón dispuesto, con la humildad de no saberlo todo y con la valentía de aprender. Estar presentes en la fragilidad y la fuerza del otro, dejando que el amor sea nuestra guía. Porque, al final, el mayor acto de sanación es permitirnos, simplemente, ser humanos juntos.

Alma Arconada 

viernes, 3 de enero de 2025

Estrenar 2025: Una nueva oportunidad para crecer


Me encanta estrenar. Hay algo especial en comenzar algo nuevo: la sensación de un inicio fresco, la ilusión de lo desconocido y la invitación a soñar con lo que podemos llegar a ser.


Recibo este 2025 con el corazón abierto, como quien abre un regalo inesperado. Lo abrazo como una oportunidad para priorizar mi bienestar emocional, cultivarme interiormente y caminar con mayor consciencia. En esto estoy enfocada.


Tengo objetivos que ya son parte de mí, hábitos en los que sigo trabajando y que he interiorizado profundamente. Este año, me propongo algo sencillo pero poderoso:

Un pensamiento a la vez.

Una cosa a la vez.

Un día a la vez.


Porque en la calma de cada momento se encuentra la fuerza para enfrentar lo que venga.


También me hago una pregunta: ¿Qué quiero para este 2025?

No como una lista interminable de propósitos, sino como una reflexión sincera sobre lo que realmente me mueve y me llena. Quiero abrazar mi espiritualidad, estar presente para quienes amo y seguir creciendo como persona.


El año se presenta ante mí como una partitura en blanco, lista para que escriba mi canción. No necesito componerla toda en enero; tengo el privilegio de crear algo que refleje quién soy y quién anhelo ser: la mujer que he soñado.


Este 2025 quiero que mi vida suene auténtica, armónica y llena de significado.


Empezamos 2025.


Alma Arconada 

lunes, 23 de diciembre de 2024

NAVIDAD 2024


Navidad, renazco al milagro del presente que tantas veces se me escapa o no logro percibir en medio de la prisa. 


Es tiempo de detenerme, de sentir gratitud por lo que soy y por lo que tengo. 


Es el momento de valorar lo sencillo: el calor del hogar, la familia, las comidas compartidas, el brindis con los amigos, los juegos de mesa, cantar con la guitarra junto a mis hijas, disfrutar de una película todos arropados bajo la misma manta, pensar en el regalo que les hará ilusión, una sonrisa compartida, buscar el bienestar de quien tenemos enfermo, o el abrazo sincero de quienes amamos. 


La vida se encuentra en los pequeños detalles, en los momentos cotidianos que nos conectan con lo esencial. La Navidad me invita a reconocerlos, a agradecerlos y a llenarme de esperanza.


Que el espíritu de un Dios hecho niño, pequeño, débil y tierno, ilumine nuestros corazones, llenándolos de paz e inspirándonos a ser más conscientes, más presentes y más humanos.


¡Feliz Navidad y un año lleno de gratitud, sencillez y plenitud!


Alma Arconada 

domingo, 13 de octubre de 2024

El Otoño del Alma: Reflexiones desde el Mindfulness

 Aunque yo soy  muy de verano, disfruto a rabiar del sol, del calorcito, de la luz, nada es eterno, y el otoño se ha presentado. Las primeras brisas frescas acarician las tardes, el sol baja más temprano, tiñendo el horizonte de colores cálidos mientras las hojas comienzan a transformarse en una paleta de ocres, dorados y rojos. Las lluvias oscurecen el día y la noche va tomando posesión. Es una transición silenciosa, que parece convocar a la naturaleza y a cada uno de nosotros a detenernos, a bajar el ritmo y interiorizar.

El otoño es una estación que invita a reflexionar sobre la vida interior. 


Miro cómo la naturaleza se prepara para el descanso, dejando caer las hojas y despojándose de lo superfluo, y esa observación me empuja a un proceso de introspección. Siento la llamada a soltar cargas emocionales y aquellos patrones de pensamiento que ya no me sirven. Es un momento de desapego, de reconocer la belleza en el cambio no solo en la naturaleza sino también en mi interior.


En términos de Mindfulness, el otoño es una oportunidad para practicar la presencia y la aceptación. Nos invita a observar el flujo de la vida con compasión, tal como observamos las hojas caer sin resistencia. Entrenar la mente dejando ir con gentileza los pensamientos recurrentes, comprendiendo que el soltar no es una pérdida, sino una liberación.


El acto de “dejar caer”, propio del otoño, es una metáfora espiritual profunda. Al igual que los árboles sueltan sus hojas, quiero dejar atrás lo que ya no me nutre. Permitirme estar en una desnudez interior que, lejos de ser vacía, me conecta con mi esencia. Es desde esa conexión con ese fondo donde surge la transformación, la semilla de una nueva fase que espera florecer cuando el momento sea adecuado.


Este proceso me prepara para el invierno, una fase más profunda de interioridad y reposo, donde poder gestar nuevos propósitos desde un lugar más auténtico. El otoño me recuerda que la vida es cíclica, y que en cada estación hay una oportunidad de renacer, de renovarse, y de estar en paz con lo que es.


Bienvenido, otoño. Que tu presencia sea un espejo en mi viaje interior.


Alma Arconada 

lunes, 2 de septiembre de 2024

APRECIAR LAS PEQUEÑAS COSAS

Estar presente, me permite apreciar  los pequeños detalles, y dejan de ser simples. Aquellas cosas que antes pasaban desapercibidas, se llenan de significado y gratitud.


Activar la mirada para ver profundo.

Sentir el sol.

Escuchar el viento .

Mecerme en el murmullo de las olas.

Sentir la brisa salada.

Mirar el vasto horizonte azul. 

Sumergirme en la inmensidad del mar.

Respirar el tiempo. 


Disfrutar el tiempo en familia y amigos.


Una comida compartida sin prisas.

Una conversación agradable.

Escuchar.

Abrazos con corazón.

Risas.

Caminar. Leer. Nadar hasta la boya. 


En lo sencillo. 

En el aquí y el ahora. 


Momentazos en un lugar tranquilo y muy nuestro. 


Alma Arconada

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