Llevo
25 años trabajando.
Al oírlo
parece mucho tiempo, y a la vez, lo prometo, no es tanto.
Soy
afortunada porque para mí, mi trabajo, trabajar con personas con discapacidad
intelectual, lo vivo y lo siento como
una vocación. Y por ello, después de 25 años, puedo decir que tengo la misma
ilusión y pasión que cuando comencé un septiembre de 1993.
En 25 años he vivido un
poco de todo..., se han dado de la mano momentos alegres y momentos
complicados, aciertos y equivocaciones, éxito y fracaso, valoración y no
reconocimiento.
De los errores aprendí
la importancia de pedir perdón.
Con las
incomprensiones y fracasos, sufrí, pero me sirvieron para ser consciente y
mejorar. También me hicieron más fuerte.
En esta
casa, de la Villa San José, he aprendido, construido, crecido.
He aprendido que hacer
bien el trabajo, implica poner una gran parte de lo que soy , y creer, con
sinceridad, en la persona que tengo delante.
Muchos
esfuerzos compensados con una sonrisa, un abrazo, la satisfacción de los
chicos.
Todo un
reto, empeño e impulso es el estar atenta para saber acompañar en sus procesos,
en su vida, en su rutina, en lo que expresan sus enfados, gestos, silencios,
frases inacabadas, en sus arrebatos..., me hace comprender en la necesidad de
aprender a mirar con el alma que es lo que se esconde dentro de cada ser
humano.
Valoro las sinergias de
compañeros que nos ayudan a creer y construir que es posible. Que la diferencia
enriquece, amplia, impulsa, suma, cuando nuestra mirada esta enfocada en los
chicos.
Después de 25 años sigo
sabiendo que tengo mucho que aprender, mucho que crecer. Mi trabajo me
ayuda a ser mejor, a descubrir lo que aún queda por hacer en mí, a hacer
sólidas mis fortalezas, a aceptar y ser consecuente con lo que no puedo llegar,
a saber que, ahora, también tengo algo que aportar.
Sigo
caminando...
ALMA
ARCONADA