miércoles, 9 de febrero de 2022

EN EL OCASO DE LA VIDA

Mi padre está en esa etapa de la vida en que el caminar, es lento, lento, eso si consigue ponerse en pie. Toma aliento dos veces y parece que va a decir algo, entonces hace un esfuerzo para abrir los ojos, me mira y me lanza una débil sonrisa. Y aquel que mandaba y daba órdenes, se va debilitando. Aquel trabajador incansable, se siente fatigado.


Le pregunto: Papá¿te duele algo?,

Me responde: “la vida”.

Vuelvo a preguntar queriendo ofrecer ayuda o alivio: ¿Qué necesitas ?, 

Responde: “ Calla hija, sólo quiero descansar “. 


Le miro y agradezco a Dios su vida, una vida plena, independiente. Quien puede decir que hasta los 95 ha vivido en su casa gestionando su vida…


Observo cada detalle, cada respiración. Ahí está él, pequeño, arrugado, frágil, consumido, agotado.


Puede que mañana, de pronto renazca,  a veces sacan esa fuerza de debilidad, y resurgen. Otras veces, ves y oyes esa respiración agónica, que avecina el final. 

 Hay que esperar.                                    


El tiempo pasa pausado, calmoso. 

Las emociones y los estados de ánimo en ebullición: Dolor. Tristeza. Cansancio. Desierto. Paciencia. Aceptación. Satisfacción de cuidarle y sacrificarme.

Mi mano en su frente. Mi mano apretando su mano. No tengo necesidad de decir más, ya todo está hablado y perdonado. Las heridas cicatrizadas. Ya nos hemos dado las gracias tantas veces por lo vivido. Hemos disfrutado mucho con él . 

Sigo con la mirada puesta en él y después de: “te quiero papá”, sólo silencio. 


En mi interior una oración: Tus manos nos sostienen Señor. 

Alma Arconada 

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