miércoles, 28 de febrero de 2018

BUENA SUERTE, MALA SUERTE ¿QUIÉN SABE?

Con mi grupo de correr, recorro muchos kilómetros, y en camino, entre esfuerzo, retos, cansancio, risas, tonterías, salen conversaciones de la vida, y creas nuevos vínculos. Un día, al hilo de un coloquio, conté este cuento: " buena suerte, mala suerte ¿quién sabe?. Es una breve historia que nos hace reflexionar sobre los acontecimientos que vivimos en la vida, y que lectura hacemos de de ellos. Y es cierto que, en muchas ocasiones, lo que nos parece una bendición acaba convirtiéndose en una pesadilla, mientras que, en tantas otras, lo que parece un revés, quizás nos abre la puerta a una situación que, con el paso del tiempo, agradeceremos. Por ello es bueno vivir y afrontar con calma lo que la vida nos trae, lo que nos toca vivir, pues no sabemos si será para bien o para mal.

Hoy Sandra, amiga de ruta, me comenta lo mucho que la sirvió este cuento y que cuando hay situaciones adversas que tienen que vivir, se lo narra a sus hijos.  Así que su comentario me sugerió, que quizá podría servir también a alguien esta reflexión. 

El cuento dice así:
Un granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus vecinos le consideraban afortunado porque tenía un caballo con el que podía arar su campo.
Un día el caballo se escapó a las montañas. 
Al enterarse los vecinos acudieron a consolar al granjero por su pérdida. “Qué mala suerte”, le decían. El granjero les respondía: “mala suerte, buena suerte, quién sabe”.
Unos días más tarde el caballo regresó trayendo consigo varios caballos salvajes. 
Los vecinos fueron a casa del granjero, esta vez a felicitarle por su buena suerte. “Buena suerte, mala suerte, quién sabe”, contestó el granjero.
El hijo del granjero intentó domar a uno de los caballos salvajes, pero se cayó y se rompió una pierna.
Otra vez, los vecinos se lamentaban de la mala suerte del granjero y otra vez el anciano granjero les contestó: “Buena suerte, mala suerte, quién sabe”.
Días más tarde aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. 
Los aldeanos, ¡cómo no!, comentaban la buena suerte del granjero y cómo no, el granjero les dijo: “Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”. (Anthony de Mello)







jueves, 22 de febrero de 2018

COMO UN ÁRBOL


Hoy he realizado una visualización donde me trasformaba en un árbol.
Y ahí me encontraba yo. 
Semilla, en manos de un campesino, que prepara su campo y con esmero abona su tierra. 
Fui sembrada junto a otras muchas semillas.
Y aunque me cuesta y es duro el brotar, es tanta la necesidad de florecer, es tanta la necesidad de salir, que aunque percibo el paso del tiempo, el dolor de romper y brotar, la aspereza de la tierra, sólo deseo salir y crecer con gran alegría e ilusión.

Ahora, con el paso de los años, soy un árbol alto, elegante; con fuertes, profundas y variadas raíces, muy desiguales, unas muy largas, otras muy cortas. Ellas me dan firmeza cuando llegan los fuertes vientos y la tempestad se hacen presente, y aunque la tempestad parece doblar y quebrar mi árbol,  o agitar mis hojas y en ocasiones incluso las arranca, hace que siga en pie, con la convicción que ese agitar violentamente, o ese cambio de estación, con nieve, o lluvia, o bochorno...  me traerá, si lo aprovecho, una trasformación mejor...

Siento que soy igual, exactamente igual, a los árboles que me acompañan y están a mi lado, mas me sé única, no mejor, única. Compartir con ellos, sentir unidad, sentirme en conexión con otros arboles del bosque me da robustez, vitalidad, me ayuda a enfrentarme mejor a los nuevos retos que la vida, las estaciones, el tiempo me marcan...

Mis múltiples ramas apuntan hacia arriba, parecen querer tocar el cielo, estirándose y estirándose para medrar, llenas de brotes. También albergo algunos nidos, hay pájaros que ya están desde hace tiempo, soy su hogar, otros han estado un tiempo y luego se han ido, algunos aunque ya no estén dejaron restos de su paso, y de otros vagamente guardo un recuerdo...

Disfruto dando cobijo a los caminantes cansados del camino que reponer energía bajo mi sombra y comen de mis frutos. 

Hay otros días de silencios, en la soledad, el canto de las aves, o el sonido de las hojas mecidas por el viento serenan mi alma

Al dejar atrás la visualización y abrir los ojos encuentro una sensación en mi interior: plenitud de vida, VIDA, que me empuja a crecer, agrandar, ahondar, a echar raíces... 

                                                                                                        ALMA ARCONADA

lunes, 5 de febrero de 2018

“A MI EDAD…”




Cuando era más joven solía oír estas expresiones que deseaba algún día, con poderío, poder decir: “a mi edad tengo el derecho de decir lo que me dé la gana”... “A mi edad no me calla nadie”, “no pienso permitir esto a mi edad...” y sin embargo estos días, al oírlas, me han dado que pensar. 
Veo que a veces estas expresiones son dichas fruto de la inseguridad personal y no desde la libertad interior, no puedo decir o hacer lo primero que me venga a la cabeza por mucha edad que tenga, hay que poner cuidado en no herir.

Aunque, creo, que lo que se quiere decir realmente con esas expresiones es que, se llega a esa edad y experiencia de vida, en que uno quiere, desea, busca, anhela, consiguir dar la importancia justa a las cosas, y trascender en muchas de ellas, saber decir sí o no por convencimiento personal, no por quedar bien o por compromiso, saber cuándo entrar en una guerra o simplemente sonreír y no entrar al trapo porque ¡para qué!, compartir los pensamientos con libertad; que lo que opinen los demás sobre uno no nos importe tanto, poder estar sentados a la mesa con quien sabemos nos critica o rechaza y, aun así, estar tranquilos...
Queremos guiar nuestra vida... 
Queremos VIVIR y vivir serenos... Ganar hondura y libertad interior.  Pero esto, no se gana con el tiempo, ni con la edad, ni es un derecho, se gana con consciencia de uno mismo y trabajo personal. Porque lo verdaderamente importante es SER y ser más pleno... 

A mi edad, me queda mucho por caminar y trabajar... será que no soy tan mayor…

                                                                      ALMA ARCONADA




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