Hoy, leyendo, me he encontrado con esta pregunta: ¿Bajo qué miradas me vivo?. Y me ha dado que pensar. Así que me he puesto a observar, para ser consciente de las miradas que me envuelven en mi día a día...
Miradas,
miradas...
Cuántos cruces de
miradas a lo largo del día...
Miradas de
indiferencia, que me esquivan. No se quieren encontrar con la mía. Bueno, en
ocasiones, estas miradas buscan que me entere de que no se quieren encontrar
con la mía, así que, la mirada de indiferencia se convierte en una especie de
rechazo.
Esas miradas, no
duelen, me crean indolencia, pereza, a veces risa. Esas miradas no habla de mí,
hablan de cómo son ellos...
Miradas de juicio,
miradas que señalan si cumples o no cumples, si eres o no eres, si haces o no
haces, si dices o no dices... Miradas que escudriñan, etiquetan, moralizan,
imponen, reprochan, señalan, marañan intenciones ajenas, gozan de verdad
absoluta. Esas miradas pesan, alejan, me crean incompatibilidad, me dejan
estupefacta. Pues yo, si algo no poseo, es la verdad...
Hay miradas que
demandan lo mejor de uno mismo, dónde la cabida al error, por
supuesto se entiende, pero mejor que no se dé; dónde hay que tener la palabra y
el gesto oportunos. Estas miradas me provocan carga emocional, y, a veces,
agotamiento.
Miradas de ayuda, ojos
tristes, ansiosos de ser aliviados, o simplemente acompañados, sostenidos.
Miradas que piden hilo para coser sus heridas. Esas miradas conmueven el alma,
mueven los pies y las manos.
Otras miradas que
piden ayuda, son porque quieren hacer o compartir conmigo algún proyecto o una
tarea, esas miradas suman, son miradas llenas de ilusión, alegría, me
transmiten confianza hacia mi capacidad.
Miradas que abrazan.
Esas que, con el brillo de su mirada, transmiten un sinfín de emociones.
Miradas “hogar”, que acogen, son refugio, que saben con mirarte que te pasa.
Miradas expertas en despertar calma. Miradas que sonríen. Miradas que brillan y
contagian su luz. Miradas de bondad, que crean filamentos de afecto.
Tengo el
convencimiento, que cuando alguien nos mira, y en su mirar, acoge con cariño
nuestro ser; lo contempla y lo acepta como es, no juzga, no reprocha, en ese
cruce de miradas nace la transformación, nace la sinergia.
Por eso, cuando
miramos, revelamos el mundo interior que nos habita. Si hay amor en el
interior, amorosa será la mirada, si hay compasión, compasiva será la mirada, y
si hay perdón, será misericordiosa. Y sólo desde esa profundidad de miradas
nuestros ojos se encuentran.
Que cuando nos
encontremos, nos miremos con el alma y esas miradas se abracen.
ALMA ARCONADA
Ya sabes lo que opino, a ti solo se te puede mirar con cariño, bondad,amor, abrazo...... precioso como siempre.
ResponderEliminarEn el camino de pareja, he pasado por todas las miradas. Aprendo a mirarte cada día con transparencia y amor. Espero llevar siempre mirada de hogar. Te quiero.
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