Estoy despertando.
Despertando a otra manera de estar en el mundo, más presente, más mía.
Estoy entrando en más momentos de consciencia, tomando distancia para observar… y para observarme: desde dentro, desde lejos, desde el silencio.
Estoy practicando callar, respirar lento, dejar espacio. Estoy aprendiendo que el silencio no es vacío, sino refugio. Que la respiración es puente y ancla.
Medito. Y en ese gesto sencillo y profundo, me estoy escuchando. Me estoy conociendo. Me estoy eligiendo.
La meditación me está enseñando a priorizarme sin culpa, a sentirme sin juicio, a mirar al otro y al mundo con una mirada nueva, más suave, más abierta, más real.
Empiezo a preguntarme con honestidad, antes de decir “sí” a algo o alguien:
¿Dónde quiero estar?
¿Realmente quiero hacer esto?
¿Qué puedo aportar, desde lo que soy?
Y en ese espacio entre el impulso y la respuesta, estoy encontrando libertad.
Estoy integrando que la amabilidad no excluye la firmeza. Que ser clara no me hace menos empática.
Estoy comprendiendo que los límites no son muros, sino puertas que se abren desde el respeto: los míos y los ajenos.
Estoy aprendiendo a escuchar. A escucharme. A escuchar al otro sin querer corregir, sin interrumpir, sin tener todas las respuestas. Escuchar con el corazón abierto, con presencia, con amabilidad.
Y así, poquito a poco, estoy aprendiendo a estar.
No a correr, no a rendir, no a cumplir.
Sino a estar.
Cada vez más.
Cada vez mejor.
En este camino de consciencia no hay metas que alcanzar, solo pasos que se dan.
No se trata de hacerlo perfecto.
Algunos días avanzo. Otros caigo, meto la pata y lo hago fatal. Y otros, simplemente, respiro.
Pero en todos ellos, me acompaño.
Y eso, para mí, ya es despertar.
Alma Arconada
No hay comentarios:
Publicar un comentario