Me pregunto qué es para mí la Navidad.
Y la respuesta no es una sola.
Es un conjunto de cosas, emociones y vivencias;
de contrastes y de diversidad que conviven en armonía.
Para mí, la Navidad es encuentro.
Es familia.
Es celebración compartida.
Es solidaridad.
Es generosidad.
Es música que suena: cantar con la guitarra junto a mis hijas,
crear vínculos y recuerdos.
Es una partida de Rummikub alrededor de la mesa,
risas que alivian, tiempo regalado.
Pero también es duelo.
Es ausencia.
Ya no están mis padres.
Y hay sillas vacías que nadie ocupa,
silencios que dicen más que las palabras.
La Navidad es logística:
poner la mesa, quitar la mesa, limpiar, organizar comidas.
Es prisa.
Es cansancio.
Me encantan los encuentros,
pero me sobran algunas comidas.
Y, aun así, también es una invitación a parar.
A valorar lo sencillo.
Porque la vida se encuentra en los pequeños detalles,
en los gestos cotidianos,
en esos instantes que, sin hacer ruido,
nos devuelven a lo esencial.
La Navidad es silencio.
Es escucha.
Es presencia.
Es fe y misterio.
Un Dios que se hace niño.
Pequeño.
Frágil.
Tierno.
Que el espíritu de ese Dios hecho niño
nos llene de paz y humanidad,
que nos inspire a vivir con mayor consciencia,
más presentes,
más humanos.
Tal vez la Navidad no sea eliminar lo que incomoda,
sino aprender a vivirla con todo lo que es
y con todo lo que trae.
Celebrarla así.
Entera.
Real.
Con gratitud.
Feliz Navidad
y un año lleno de gratitud.
Alma Arconada
#caminandoconalma #pensamientospararlcamino




