Aquí nos encontramos, todos tocados de alguna manera por el COVID_19. Un virus que todo lo ha trastornado, que ha cambiado drásticamente mi vida cotidiana, nuestra vida y el ritmo vital del mundo.
En medio del desasosiego y la reclusión, me hago preguntas, primero sobre el mundo que estábamos construyendo y también destruyendo. Y, en la búsqueda de respuestas para mi inquietud, termino indagando en mi interior. Este tiempo crudo me va descubriendo a mi misma y a esos otros, también míos, que son invisibles en el ruido diario, que no quiero reconocer... Este tiempo saca lo mejor y lo peor de cada uno.
Desde la ventana veo gestos heroicos y otros mezquinos, gestos solidarios y luminosos, combinados con noticias falsas, despensas repletas, reflexiones hondas y videos de buen humor ante la desgracia que dan vidilla y te sacan una sonrisa... Veo gente que trabaja incluso más que antes, aprendiendo a marchas forzadas a trabajar en nuevas plataformas digitales. Mientras que otros han realizado de su casa la limpieza general del año, o visto las 3 temporadas de su serie preferida.
Me emociona los aplausos largos, la gente en los balcones o ventanas deseando:”todo va a salir bien”. Veo profesionales vocacionales, volcados en el bien común y renunciando, incluso, a su seguridad y bienestar. Y sentir tan presente la corresponsabilidad: que de tus acciones depende la suerte de los que te rodean, y que tú dependes de ellos.
Veo confinamientos de familias que varían desde 80 metros cuadrados a 200, o más, metros cuadrados. No es lo mismo un confinamiento que otro.
Hay gente que se queja de vivir tantas horas en familia, con adolescentes, pareja; y otros encuentran diariamente un rato para hacer una actividad en común y ver en la convivencia una oportunidad. El confinamiento pone en juego nuestros valores, lo que somos, lo que vivíamos.
Muchas personas desconocemos si en los próximos meses dispondremos del ingreso que considerábamos seguro, otras incluso, ven peligrar su trabajo. Sentimos miedo cuando acudimos al trabajo, miedo del mismo aire, miedo por nuestros familiares mayores, de tocar a quienes amamos. Y no digo nada si estamos en la piel de quien sufre el corona virus, del quien tiene algún familiar o amigo grave, o del que no ha podido abrazar ni despedirse ni acompañar a su ser querido arrebatado por el bicho, ni de los vulnerables, muchos más de lo que pensamos...
En medio de esta reclusión forzada, ¿qué nos estamos diciendo unos a otros, o quizás solos, con palabras o en silencio?. ¿Quién soy yo o en quien me he convertido?. ¿Qué valores sostienen mi vida? .¿Que estoy construyendo?.
No sabemos cómo va a terminar todo esto, pero en una pandemia, hay que analizar, para aprender y cambiar, tanto a nivel personal, familiar, vecinal, laboral, junto con otros desafíos de la humanidad: los cambios climáticos, políticas de exclusión, el consumo...
De momento trabajaré desde el aislamiento: “Por ser el cambio que quiero ver en el mundo”.
Alma Arconada
Esto acabará bien Alma y cuando acabe seguramente se nos olvidará, lo que espero que no se nos olvide es cómo nos hemos acercado tanto en la distancia y cómo hemos deseado besos,abrazos y seamos mejores personas.
ResponderEliminarGenial como siempre Alma!!
ResponderEliminarHas conseguido emocionarme...Me he sentido muy identificada con todo lo que has escrito, y creo que todas las personas nos sentimos así. Gracias por aportar tu granito en estos tiempos que nos han tocado vivir.
ResponderEliminarEres pura ALMA