Me invade una extraña calma cuando voy caminando y contemplando la naturaleza nevada. El tiempo, parece detenerse. Todo está envuelto en una atmósfera de quietud y serena belleza. Se puede escuchar el sonido del silencio. Todo es tan blanco, tan helado.
Me encanta pisar sobre la nieve virgen, por dónde no ha pasado nadie y escuchar ese crujido nivoso tan característico y dejar mis huellas, al menos en algún sitio dejar huella.
Ese frío tan intenso hace que me adentre en mi interior. Y siento frío, toco el invierno. El hielo, como un cristal cortante se adentra en mi piel, y produce dolor.
La luz cegadora que refleja la nieve, quiere iluminar y romper mi tristeza, pero mi mente se aferra a hechos que logran resquebrajar mi entusiasmo.
Y sigo por el monte buscando caminos que transitar, huellas que descubrir, vistas que admirar, estampas que fotografiar.
Alma Arconada
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